Una Nueva Justicia en Cenizas del Paraíso
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Sinopsis
Cenizas del Paraíso (1997) comienza con la muerte misteriosa de un respetado juez, Costa Makantasis, y la supuesta asesinato de una hermosa joven, Ana, hija de un poderoso hombre de negocios. Cuando los tres hijos de Costa, incluido el novio de Ana, confiesan el asesinato, la juez Beatriz Teller debe decidir quién está diciendo la verdad.
Aunque Argentina siempre ha sido uno de los países sudamericanos más importantes en la producción de cine y televisión, los años 90 fueron una de las épocas menos productivas de su historia, en gran parte debido a las nuevas políticas del Presidente Carlos Menem. Menem asumió el poder en 1989 y, al año siguiente, estableció un nuevo Plan Federal de Cultura, que entre otras cosas buscaba «racionalizar y modernizar, con criterios de economicidad y eficiencia, la administración del INC, a fin de que de los recursos presupuestales se destinen en términos ampliamente mayoritarios a la promoción de la actividad cinematográfica en sus diversas áreas». Es decir, el cine no iba a ser tratado como el arte popular que era, sino como una industria nacional como cualquier otra. Esto supuso un enorme recorte de la financiación estatal de las instituciones cinematográficas. Como dijo la historiadora del cine Tamara Falicov, «El énfasis en la cultura comercial por encima de obras únicas, de autor, llevó a los críticos a llamar a la política cultural del gobierno de Menem la cultura del centro comercial.»
Al crear su economía neoliberal perfecta que no dependía de los caprichos de artistas impetuosos sino de las exigencias de la economía mundial, Menem perjudicó al cine argentino y el público argentino perdió interés en ver sus propias historias en la pantalla. Mientras que en 1986 las producciones argentinas atraían al 21,54% de la audiencia nacional, en 1990 sólo atraían al 3,86%. La producción y el consumo de cine argentino también alcanzaron récords históricamente bajos, con 12 películas estrenadas en 1990, y así continuaron durante toda la década. Sin embargo, a pesar de este desierto cinematográfico, un director fue capaz de crear películas de éxito comercial y de crítica una y otra vez. Cuando se estrenó Cenizas del Paraíso en 1997, el director Marcelo Piñeyro ya había dirigido dos películas claramente argentinas e increíblemente exitosas.
En la primera película por la que ganó un Goya, Piñeyro crea una historia que no se limita a entretener con su misterio y su romance, sino que plantea preguntas sobre la justicia y la verdad en un momento clave para Argentina. Con un reparto estelar de legendarios actores argentinos como Héctor Alterio, Cecilia Roth, Leonardo Sbaraglia y Leticia Bredice, que se hizo famosa por su papel de la enigmática y seductora Ana, Cenizas del Paraíso pasa de una perspectiva a otra para crear un efecto Rashomon que pide a su público que decida por sí mismo lo que es justo y correcto. Desde el principio, no sabemos qué pensar de la familia Makantasis. ¿Son una imagen perfecta de la felicidad de la clase media o son estos tres jóvenes prisioneros de las expectativas de su padre? Para el padre de Ana, está claro que su relación con Alejandro no fue un noviazgo normal, y que fue rehén de todos ellos. Sin embargo, según la empleada, Ana se moría de ganas de casarse con toda la familia, incluidos Costa y sus otros dos hijos, Nico y Pablo.
De hecho, lo único que parece claro sobre la relación de Ana con la familia Makantasis es que procede de una necesidad muy arraigada en ella de encontrar un hogar estable y doméstico, distinto de aquel en el que creció. Cuando Ana era más joven, un error desastroso hizo que su padre creyera que ella quería que él tuviera la custodia exclusiva, separándola para siempre de su madre. Ahora, con veintitantos años, su padre traiciona su confianza una y otra vez, tomando como esposa a su antigua mejor amiga. La familia Makantasis representa la esperanza de pertenecer por fin y de ser amado, quizá demasiado. Llenos de una fuerte pasión griega estereotipada, los hermanos interpretan bailes típicos griegos para el cumpleaños de su padre, en los que cada uno parece participar en un concurso de machos intentando superar al otro con un movimiento más acrobático.
La entrada de Ana interrumpe su armonía masculina. Aunque le dicen que no puede bailar porque las mujeres sólo deben admirar a los hombres, practica sola, para sorpresa y entusiasmo de Nico, el hermano mayor de Alejandro. Cuando él entra en su sesión de práctica, esta danza griega se convierte en una especie de tango enredado que sólo puede acabar en una cosa. Cuando se encuentran solos en un campo de la finca familiar, es inevitable que los dos se junten. En su búsqueda de paz y pertenencia, Ana acaba con los suyos. ¿Pero eso la convierte en una villana? ¿Quién es el responsable de esta discordia? Es una pregunta importante para la mayoría de los argentinos, excepto para Carlos Menem, que aprobó una serie de decretos durante su primer año en la presidencia que perdonaban a civiles y militares que habían cometido crímenes durante la dictadura. En esta enredada historia de familia y traición, Piñeyro aborda estas mismas inquietudes.
En una historia en la que todos tienen algo de culpa pero también son víctimas de circunstancias mayores, ¿quién va a la cárcel? Antes de que la película llegue a su final, cada uno de los tres hermanos tiene un motivo para el asesinato. Pablo hizo la limpieza, Nico es el único que sabe dónde está el arma del crimen y Alejandro es el novio despechado que intentó suicidarse por la culpa. Todos ellos colaboraron en su muerte, pero el verdadero culpable de toda esta violencia es alguien que no tiene las manos manchadas de sangre: el padre de Ana, Francisco Muro. Su relación con la familia Makantasis la llevó a tropezar con la propia investigación de Costa sobre su padre, un hombre del que sospechaba de negocios dudosos e incluso fatales. Aunque Ana duda de las afirmaciones de Costa, pronto se da cuenta de que tiene razón, pero ya es demasiado tarde. Los hombres de su padre ya han tirado a Costa desde la azotea del juzgado para que todo el mundo lo vea, lo que lleva a Pablo a revelar a todo el mundo la aventura de Ana con Nico.
Esta serie de descubrimientos y malentendidos conducen finalmente a la muerte de Ana, pero no de la forma que se podría pensar. Ana intenta volver a la habitación de Alejandro, donde él está cortando todos los adornos que habían colocado juntos. En un momento de dolor, Ana se empuja contra su cuchillo, aceptando su destino por haber destruido su familia perfecta, tanto si era su intención como si no. Al final, la caída que todos creyeron un suicidio fue un asesinato y la muerte de Ana un suicidio presenciado por Alejandro, escenificado por Nico y limpiado por Pablo. Su serie de mentiras para protegerse unos a otros no parece hacer más que condenarlos a todos mientras que Muro, que fue el cerebro de la violencia durante toda la vida de Ana, nunca se enfrentará a los tribunales.
Aunque Piñeyro da a su público acceso a estos recuerdos, no está claro si Beatriz Teller, la juez del caso, es consciente de todos los hechos y de lo que va a hacer. Como ella misma declara más tarde, «haga lo que haga, no será justicia». En una época en la que los tribunales eran incapaces de procesar a los villanos de las décadas anteriores, Teller sabe que hombres como Muro nunca verán el interior de una celda, mientras que estos hermanos que una vez representaron la promesa de una nueva Argentina verán sus vidas destruidas, sin padre, sin esperanza y sin libertad.