Gatica, El Mono: El Toro Salvaje Argentino
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Sinopsis
Gatica, El Mono (1993) cuenta la historia de uno de los boxeadores más famosos de Argentina, José María Gatica, que pasó de una infancia pobre a una vida de fama y gloria que coincidió con el ascenso y la caída de Juan Perón.
Cuando Leonardo Favio estrenó Gatica, El Mono en 1993, tras diecisiete años de ausencia del cine, fue recibido con gran entusiasmo y alabado por su retrato de una de las figuras más impactantes de la cultura argentina. Favio, peronista de toda la vida, se exilió durante la dictadura militar argentina y aprovechó su gran regreso para contar una historia que retrataba adecuadamente la complicada historia del peronismo y de la Argentina del siglo XX a través de la vida del boxeador José María Gatica. La historia de Gatica, una figura rimbombante que daba tanto como recibía, representa toda la gloria y los vicios de Argentina.
Sin miedo a enfrentarse a las contradicciones, Favio comienza este biopic sobre una icónica estrella argentina con una escena de inmigración. Gatica, nacido en Córdoba, emigró a Buenos Aires a los 10 años. A medida que se desvanecen los créditos iniciales, vemos la imagen de un tren que se acerca y, a través de la niebla, aparece un niño. Aunque nació y creció en Argentina, se enfrenta a la misma discriminación que cualquier inmigrante en la capital. Gatica suele quedarse fuera de muchos clubes o teatros y tiene que crecer en la calle con su mejor amigo, conocido como «El Ruso», que también sufre discriminación debido a sus raíces judías. Gracias a esta amistad, Gatica tiene la oportunidad de convertirse en un símbolo nacional. «El Ruso» se convierte en el primero en luchar en el ring y pronto introduce a Gatica en este mundo. Su trayectoria como el nuevo macho argentino queda cimentada a partir de este momento, cuando el Ruso, llorando porque no puede con la vida del boxeo, llora en los brazos de Gatica hasta que éste declara que no necesita luchar. Gatica hará toda la pelea aquí.
Cuando se hace famoso, ya no se le considera un extranjero de provincias. Con su amor por la fiesta y el tango, algunos incluso mencionan que se parece al argentino más venerado de la época, Carlos Gardel. En definitiva, Gatica encarna todas las cualidades buenas y malas del hombre nuevo del peronismo. Es fuerte en el ring y mujeriego de noche. Su orgullo le convierte en uno de los contendientes más duros de su país, pero también le pone los pelos de punta ante cualquier posible ofensa. Que Dios no permita que nadie le llame por su apodo, «Monito», o responderá inmediatamente: «Monito, las pelotas, a mi se me respeta». Sea un desconocido o incluso su esposa, todo el mundo tiene que tratarle con esta especie de reverencia real. El día que su mujer intenta despedirse antes de marcharse para siempre, lo único que se atreve a decir es: «Para hablar con el señor Gatica, se pide audiencia».
Gatica no intenta representar a nadie ni a ningún movimiento, no puede evitarlo. Más adelante en su vida, cuando se cuestionan sus creencias políticas, dice: «Nunca me metí en política… Siempre fui peronista». Favio no nos muestra ningún mitin político importante al que Gatica haya asistido y las apariciones de los Perón son escasas. Sin embargo, ambos están íntimamente ligados. Favio intercala en la película varios noticiarios sobre la formación y los éxitos de Gatica mezclados con acontecimientos importantes de la época peronista, como la liberación de Juan Perón el 17 de octubre de 1945. En un segundo oímos los gritos de los trabajadores en huelga pidiendo la liberación de su líder y al siguiente oímos a una multitud gritando el nombre de Gatica. Aunque el sonido de la multitud es inmenso, no podemos verle por todas las banderas argentinas que le rodean. Y así, sus victorias se convierten en las victorias de Juan Perón.
Sin embargo, Favio no se abstiene de mostrar lo egoísta e infantil que podía llegar a ser este gran símbolo. Una especie de Jake LaMotta, su carrera política está interconectada con sus propias locuras personales. Un montaje de portadas de revistas con Gatica alabando la nueva Argentina de Perón termina con la imagen de Gatica en una portada abrazando a una bella mujer. Inmediatamente pasamos a una escena en la que el boxeador y su esposa discuten y él alega sin convicción que no fue idea suya y que sólo se trata de una revista. Es tan incapaz de separarse de la política peronista como de convertirse en un emblema ideal y moralmente recto del movimiento.
Gatica está a merced de esta marea política y se mueve con ella. Desde el principio, su destino depende del capricho de su público y no de ningún líder. En cada lucha, cuando el público grita más fuerte que cualquier golpe de Gatica, sabemos que va a ganar. Sin embargo, en el momento en que el sonido de los locutores se impone a la multitud, sabemos que no será el día elegido por Gatica. También es el público el que nos hace saber cuándo Gatica ha perdido su posición en el boxeo y la popularidad de Perón ha caído. Tras un montaje de noticiarios que muestran las manifestaciones, la destrucción en las calles, la intimidación y el terrorismo que termina con Perón huyendo del país, vemos a Gatica posando delante de un reguero de banderas argentinas tras una victoria como siempre. Esta vez, sin embargo, la multitud le abuchea mientras grita «¡Viva Perón!». Sin su apoyo, su carrera y su vida están acabadas.
Por si no fuera suficiente con alejarse de las grandes multitudes de aficionados al boxeo de su país, se aleja de sus aliados más cercanos, incluso de «El Ruso». Gatica termina su vida en Buenos Aires, donde la empezó: en la calle, sin poder entrar en los clubes que frecuentaba en sus mejores tiempos. Finalmente, tras celebrar una victoria del equipo de fútbol, Independiente, anónimamente entre una multitud, Gatica es atropellado y muere. Su amigo intenta pedir ayuda, pero nadie se detiene por este gran luchador. En los últimos momentos de su vida, los recuerdos de su brillante carrera y sus celebraciones vestido con los colores de su nación saltan de la pantalla. Para el público moderno, Gatica podría recordar a Diego Maradona: un personaje bombástico, más grande que la vida, que se convirtió en un hombre del pueblo cuya política no podía desvincularse de su turbulenta vida personal. De hecho, los triunfos y las locuras de Gatica son intemporales. El retrato que hace Favio de este conflictivo luchador es fuerte sin ser pesado y arroja luz sobre lo que ocurre cuando un símbolo tiene más poder que un hombre.